Real Monasterio de Guadalupe: la leyenda...

Real Monasterio de Guadalupe, Cáceres
Real Monasterio de Guadalupe, Cáceres


Cuenta la leyenda que, cansado y fatigado tras pasar varios días buscando a una de sus vacas, Gil Cordero –un pastor vecino de Cáceres- halló por fin al animal en los márgenes del río Guadalupe. Cuando se acercó a ella y vio que estaba muerta, decidió quedarse al menos con su piel. Pero, justo en el instante en que se agachó para hacerle la señal de la cruz en el pecho, la vaca recobró la vida. El pastor, aturdido y asustado ante este extraño suceso, levantó la mirada y contempló atónito la imagen de la Virgen. Gil Cordero, en medio de la conmoción y el asombro, comenzó a excavar en el punto exacto donde había encontrado su vaca, pues sería allí mismo -según le había indicado la Virgen- donde encontraría una preciosa talla a la que había que construirle una ermita que, con el tiempo, se convertiría en Santuario.

Pero, ¿quién la dejo allí... qué sucedió realmente?

Aunque la imagen que se venera actualmente en el Monasterio de Guadalupe es una talla de cedro perteneciente al siglo XII, su leyenda nos conduce hasta el siglo I d.C. y hasta el mismo San Lucas como autor de la misma.


Ntra. Sra. de Guadalupe, Real Monasterio de Guadalupe, Cáceres
Ntra. Sra. de Guadalupe
Real Monasterio de Guadalupe
Cáceres

Cuentan que, al morir el evangelista, la talla fue enterrada junto a él en Acaya (Asia Menor) y que más adelante, en el siglo IV a.C., trasladarían sus restos hasta Constantinopla. Fue el propio papa Gregorio Magno quién, devoto acérrimo de la Virgen, trasladó de nuevo la talla desde Constantinopla hasta Roma, comenzando así la fama y expansión de su devoción. Pero su largo recorrido hasta terminar en la orilla del río no termina aquí. Al cabo de un tiempo, el papa regaló la imagen de la Virgen a San Leandro, arzobispo de Sevilla, por lo que la “Guadalupana” permanecería expuesta ante los feligreses hasta el comienzo de la invasión árabe.

714 d.C.: huyendo de esta invasión, algunos clérigos abandonan las iglesias y conventos sevillanos y, en medio de esta lucha, llevan cobijados entre sus ropajes algunas reliquias de santos y la hermosa talla de la Virgen…


Sería en su huida hacia el norte, cuando estos clérigos decidieron poner a salvo sus más preciados tesoros, enterrando la imagen de la Virgen a orillas del río Guadalupe donde, seis siglos más tarde, se construiría al fin un santuario en honor a su nombre.


Y ahora, te invito a recorrer conmigo cada uno de los rincones de este maravilloso lugar...



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